noviembre 06, 2009

Las gafas

Bueno, y hoy para inaugurar mi joven blog, he decidido escribir acerca de un adminículo altamente útil, altamente común y, algunas veces, altamente molesto. Oh sí. Hablo de las estimadísimas gafas.

Yo, miope como ninguna, astigmática hasta la médula (¿o córnea, mejor?), desde que tenía unos 13 años sentí la imperiosa necesidad de utilizar lentes a fin de poder ver el mundo con la nitidez con que la gente 20/20 lo hace. Ya ven que mi recorrido en el uso de estos útiles elementos no es breve en el tiempo, y por esto, a través de todos estos años, me he dado cuenta de algunas verdades que nos llevan a constatar cuán exasperante resulta a veces ser un gafufo más.

Llueve. Una lloviznita pendeja. Va uno caminando con sus antiparras bien puestas, puente en puente, pata en oreja, recorriendo las calles, claramente sin paraguas porque éste tiene una especial afinidad por quedarse en casa. Y, ¿se puede ver el camino por donde uno va poniendo uno tras de otro sus piececillos? No, no, claro que no. Las gotitas de lluvia invaden por completo los lentes. Jodida.

El almuerzo. Sopa. Caliente. Deliciosa. La primera cucharada, a las 12:30 pm, con tanta hambre. Esa hora tan anhelada; quiere uno sentir en su interior esas kilocalorías que provee la nutritiva sopa de guineo… pero claro, el vapor despedido por la inocente sopita empaña los lentes instantáneamente, impidiendo la visión hacia la comida y los otros comensales. Jodida.

Las 7:00 a.m. Las prisas previas al partir de la casa hacia el trabajo. Empieza uno a buscar sus anteojos porque no sabe en qué oscuro rincón del hogar quedaron, después de que, a causa tal vez de un brusco reacomodamiento en la camita, despojó uno a la mesita de noche de todo lo que sobre ella habitaba. Buscar cosas es tan desesperante como esperar a alguien … Y, como si no fuera suficiente, se da uno cuenta de que la búsqueda es en extremo compleja, dado que como no se tienen las gafas puestas, no se ve nada de nada. Jodida, pero del todo.

A mí, que me creo muy querida y muy formalita, pero en cuanto a agraciamiento físico más bien normal, me duele en el alma ocultar la que creo una de mis pocas pero efectivas armas de seducción: mis ojos. Entonces ahí sí termino de estar jodida, porque nadie, nadie, mira a través de los lentes: todos ven a la "pelada de las gafitas" y creen que por eso es más interesante y más inteligente, y no una persona absolutamente superficial como yo que le dedica mucho tiempo de su vida a las banalidades. Como escribir sobre las gafas.

Igual, muy querido el que se las inventó. La óptica, oh hermosa rama de la física, gracias. No es nada personal. Pero aunque digan lo que digan, ver el mundo enmarcado en una montura de pasta, no, no es chévere.