septiembre 17, 2011

Ignorancia supina

Yo soy tan ignorante, que ni siquiera sabía qué significaba la palabra "supina", y por eso me tocó buscar en el DRAE. Encontré lo siguiente:
 

supino, na.
(Del lat. supīnus).
1. adj. Tendido sobre el dorso.
2. adj. Perteneciente o relativo a la supinación.
3. adj. Dicho de un estado de ánimo, de una acción o de una cualidad moral: Necio, estólido.
4. m. Gram. En algunas lenguas indoeuropeas, una de las formas nominales del verbo.


Y también fui juiciosa y busqué qué significaba la expresión "ignorancia supina":


~ supina.

1. f. ignorancia que procede de negligencia en aprender o inquirir lo que puede y debe saberse.


Con esta duda resuelta, fui a la Fiesta del Libro y me quedé mucho rato en la rotonda de entrada, donde hay una exposición que se llama "Escritores latinoamericanos RE-TRATADOS", de Vasco Szinetar. Claramente, tampoco sabía quién era este señor, pero el Todopoderoso Google me lo dijo y me llevó a su blog. Don Vasco Szinetar es un señor venezolano, fotógrafo, y específicamente, retratista.  Muchas de las fotos que vimos en RE-TRATADOS pertenecen a una serie que se llama Frente al espejo, donde se retrata junto a artistas y escritores frente a un espejo.  



Rotonda de entrada al Jardín Botánico de Medellín, donde está
la expo de Vasco Szinetar por la Fiesta del Libro




La primera foto que hay, cuando uno va entrando al Jardín Botánico, es la de Szinetar con Borges.  Ahí quedé yo completamente impactada. ¡Con Borges! ¡Este tipo se tomó una fotoespejo con Borges!  Qué máximo.  Cuando sea grande, también quiero ser como Vasco Szinetar.  Stalker cool de gente tesa. Mi ídolo.


OMFG. Es Borges!


Seguí recorriendo la rotonda, y vi caras conocidas, otras medio conocidas y muchas absolutamente desconocidas.   Me encantaron.  Yo de fotografía y de esos términos extraños y rebuscados no sé nada (recordar: soy ignorante), pero solo puedo decir que me pareció muy bonita esa manera de mostrarle a uno  esos escritores: todos tenían cara de estarle abriendo la puerta de la casa a uno para invitarlo a tomar fresquito. Sin nada postizo, sin poses estudiadas, sin miradas trascendentales al infinito con caras de tragedia.  En El Espectador, en un artículo donde hablaban de Vasco, dicen que muchos de esos retratos  están abordados desde el humor porque según él,  “es el antídoto más eficaz que tienen los mortales para enfrentarse al poder”.  Eso me gustó muchísimo.

Terminé de ver la exposición, y confirmé algo que ya sabía: yo no he leído nada en esta vida.  De verdad, soy ignorante.  He leído a muy pocos de esos autores, y  no sabía de la existencia la gran mayoría de ellos.  Un gráfico de torta nos ilustra mejor esta triste situación:




Y bueno, de los pocos que he leído, de menos de la mitad conozco más de una obra.  Si queremos verlo gráficamente, tenemos:




Es un panorama triste, desalentador, desmoralizador, deprimente, lamentable, aciago, descorazonador, luctuoso, desesperanzador, penoso, doloroso y desolador (estos sinónimos son traídos a ustedes gracias a la grandiosa ayuda de WordReference y de la combinación de teclas Shift+F7).  Pero bueno, esas no son penas.  Leeré más. En mi defensa tengo que decir que, por lo menos, ya preveía esta situación a la tierna edad de 11 años, cuando mi habitación la decoraba un Garfield de poliestireno:


La camiseta me la regaló mi tío Pepe
en 1996, cuando cumplí 11 años.
Bien.  Este es mi último post de cubrimiento alternativo de la Fiesta del Libro.  Fui muy feliz haciendo esto, paseando por el Jardín Botánico, mirando gente, libros y cosas y escribiendo pendejadas.  Así que considero que es menester irme para mi camita y descansar en decúbito supino

 ¡Adiós!


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Nota autista:  Mientras hacía este post y navegaba por la red, encontré el mejor gráfico de torta del mundo, que hoy traduzco con cariño para ustedes:





Hay libros

Una prima mía, que ha vivido toda la vida en la calle Caracas con la Avenida Oriental, tiene una expresión buenísima para los que residimos en este sector de Medellín, y es "habitantes en situación de centro".  Pues bien,  hoy en la Fiesta del Libro me encontré a unos vecinos en situación de centro como yo, que tienen una librería muy chévere. Se llama Haylibros y queda en la carrera Córdoba con la calle Perú.  A ellos les compré Dejémonos de vainas y Perdidos en el Amazonas.

Un chico de barbita y gafas, muy amable, me atendió y me iba mostrando libros.  Me ofreció silla para sentarme y todo.  Y mientras tanto, Fernando (A.K.A @hippycomeflores en el mundo twitteril) ofrecía uno de los productos, según él, más solicitado por el público asistente a la Fiesta:  las sorpresitas literarias.  Son libros envueltos en papel kraft, entonces la idea es que uno compra sin saber qué le va a salir.  Lo mejor es el anuncio que hace Fernando:  "Sorpresitas literarias a tres mil, dos en cinco mil.  No hay autoayuda".

Mañana volveré al Jardín Botánico a visitar el estand de Haylibros.  Esta vez sí me llevo mi sorpresita literaria.

Fernando, las sorpresitas literarias y el libro del Bolillo Gómez. 

septiembre 16, 2011

Latinoamérica en mi casa

Hoy, por fin, pude pasearme un buen rato por la muestra comercial de la Fiesta del Libro, a ver qué cosas me encontraba por ahí.  

Pasé por muchos puestos de libros de autoayuda, vainas new age, enciclopedias que nunca nadie consultará porque Wikipedia lo sabe más rápido y más fácil, best sellers que generalmente tienen el título en letras doradas y tienen teorías conspiparanoicas sobre casi todo, libros de consejos para padres, y así.  Hasta que me encontré con una belleza:  un librito de Fontanarrosa, que recopila sus chistes gráficos sobre inseguridad.  Fui feliz.  Ahí invertí el 6.75% de mi jornal semanal.

Seguí caminando y me encontré Yo, Lucas, de Klim. Me lo embolsillé aportándole a esa librería el 2.5% de mi paga.  Obras completas y otros cuentos de Augusto Monterroso (sí, el del cuento más corto del mundo) estaba baratísimo, a diez mil pesitos.  Me gustó mucho haberlo encontrado, pues el que tenía antes, herencia de mi papá, desafortunadamente se lo presté a un engendro del mal que creo que no me lo devolverá nunca.

Luego pasé por Haylibros, y ahí, buscando buscando, entre tantas cosas chéveres que había, di con Dejémonos de Vainas de Daniel Samper PIZANO, y escogí, entre los varios libros que había de Germán Castro Caycedo, Perdidos en el Amazonas (lo otro que había de Castro Caycedo se lo llevó mi amiga Maria).  Y ahí se fue otro 4% del jornalito.  

Me acabo de dar cuenta de algo:  de los autores que compré, Samper Pizano y Castro Caycedo son colombianos;  Monterroso, centroamericano, y Fontanarrosa, argentino.  Latinoamérica en mi casa, pues. Sin  proponérmelo, le seguí la onda al tema de la Fiesta del Libro de este año.

Para terminar esto, iba a escribir algo como "cuando volví a casa, los libros de la biblioteca muy amablemente cedieron terreno a los nuevos libros que llegaban a  residir en el hogar", pero me pareció muy coelhoarjonoide y me arrepentí.  Entonces bueno, lo que pasó fue que le hice espacio a los libros nuevos, y ya, ahí los puse, ahí están, y espero empezar a leerlos ya.


El espacio para los nuevos libros



Los libros que compré en su nuevo hogar


Paseíllo breve

Historia de una tórtola en
el Metro

Después de jornalear todo el día, en el imperio al cual desde hace dos años le alquilé mi alma, cumpliendo la importante misión de dotar la ciudad de tubos que recojan el agua sucia, me fui para la Fiesta del Libro.

Caminé hasta el metro, y el vagón en que iba tenía pegados unos poemas de Epifanio Mejía.  "Estos costumbristas", pensé.  En general, no me gusta la poesía, y mucho menos con ese "toque" costumbrista que tantas veces se me hace insoportable.




Lástima, Daniel, lástima tu engendro Ramoncito.

Llegué al Jardín Botánico y me encontré en la entrada con un montón de fotos de escritores latinoamericanos.  Había una de Daniel Samper Pizano, que siempre me ha gustado mucho como escribe, y me cae la mar de bien.


Desafortunadamente, todos en la vida cometemos errores: el de Samper Pizano fue tener un hijo tan babotas e insoportable como Daniel Samper Ospina.



El montaje sobre Rafael Pombo en la Fiesta del Libro.
Hermoso.
Luego vi un montaje muy bonito sobre la vida y obra de Rafael Pombo.  Estaba Michín, vuelto pateta ya; la pobre viejecita, surtida en carnes y sentada en su cómoda poltrona, renegaba sobre la canasta familiar y el nuevo método de medición de la pobreza; Pastorcita, con hilo y aguja en mano, le pegaba las colas a sus ovejitas, y Rinrín Renacuajo, como buen sapo, estaba ahí parado con cara sonriente haciendo gestos de cortesía a todo el que pasara.




Vecinos buena onda :)



Me fui para la muestra comercial, y ahí me di cuenta de que sigo siendo muy muy tímida.

Me dio pena preguntarle cosas a la gente de Los Libros de Juan, que son vecinos de barrio y todo, y a los de Palinuro tampoco pude.  Pero bueno, hablé un ratico con los vecinos de Vivapalabra que me dejaron tomarles una fotico y me invitaron para que fuera algún día a visitarlos.

Qué mala onda yo, viviendo hace ocho años a veinte metros de ellos y nunca he entrado a una función. Prometo que lo haré.







Para que tengan una referencia de escala: ese es mi dedo
meñique
Como yo amo con loca pasión las cosas mañés (yo no me creo tan refinada como para decir "kitsch"), estuve mirando el stand de Los Libros Más Pequeños Del Mundo.  Son realmente pequeños. Y mañés.  Por eso los amé.  Entre las dos manos me cabía una variedad inimaginable de libros:  estaba Otelo, El Principito, recopilaciones de chistes, El Arte de la Guerra de Sun Tzu, libros de recetas de cocina, vainas de mensajes de los ángeles y esas cosas new age dementes, un libro sobre el Che Guevara y hasta el Kamasutra.




Muy bueno el conversatorio, pero esa platanilla en la mitad
me tenía altamente estresada.



Fui a un conversatorio con Santiago Gamboa y otros dos señores.  Era sobre escritores que le daban una gran importancia a los viajes en sus obras.  Hablaron de lo que representaba trasladarse de un lugar a otro en esa búsqueda de sentidos y de respuestas, y de que ese viaje continuo, ese movimiento constante, es la esencia de la vida.







Luego comí arepa de queso con leche condensada.  Manjar exquisito de las calles medellinenses (no sé si de otras partes del país de la Sagrada Víscera, supongo que también).  Creo que ahí se disminuyó mi esperanza de vida en unos 5 años, dada esa altísima ingesta de grasas ultramegasaturadas y puercas.


Los gemelos cuenteros estaban de cumpleaños
Llegué como a las nueve y media al salón  Humboldt, y estaban los chicos de la Corporación Arca de N.O.E, José Ricardo y Juan Diego Alzate, presentando un paralelo muy chévere entre "El soldado y la muerte", una historia rusa, y "En la diestra de Dios Padre", de Tomás Carrasquilla.  "Estos costumbristas", volví a pensar, pero esta vez de una manera no despectiva (la verdad, don Epifanio Mejía me cae un poco mal, pero mister Carrasquilla sí me cae en gracia).



Quino, maldito genio. Lo amo.


Fue una noche bonita. Paseé mucho por ahí, y vi muchísima gente. Me alegró bastante eso: que haya una asistencia tan importante a la Fiesta.  Hasta el momento no tengo ningún libro, pero ya tengo mirado por ahí un stand donde está Mafalda completa y otro donde tienen cosas del Negro Fontanarrosa.  Estaré presta a gastarme el jornal en esas dos partes.

septiembre 15, 2011

Mira mamá!

Mira mamá! No estoy triunfando pero tengo un cartoncito con mi nombre :D


Al fondo, la gente de Medellín Cultura, con la seriedad que los caracteriza. Jajajajajajjaajaj

Rubencito

A mí también me pareció muy raro (y muy emocionante) cuando me dijeron que Rubén Blades venía Medellín, a la Fiesta del Libro.  Y no, no a cantar, no. A un conversatorio sobre cine, música, literatura y política.  A hablar, venía.  Un arte que, según vimos, domina tan bien como aquellas por las que ya es famoso.


Yo estaba muy feliz de tener una de las tan codiciadas boletas para entrar al dichoso conversatorio, y después de recorrer parajes desconocidos del Jardín Botánico de Medellín, reclamé mi entrada, me fui a tomar el fresco para estar medio decente, y luego llegué al salón Humboldt, donde iba a hablar Rubencito (sí, yo soy confianzuda y le digo así).

La boleta :D

El sitio no estaba tan lleno como yo supuse que iba a estar, y toda la gente sentada, muy decente, muy quietecita y con cara de emoción.  Luego salió Fernando Mora, el entrevistador. Y luego, con su pinta toda de negro y su cara de man serio pero buena onda, salió Rubencito.

Sí, ese señor de negro entre Sarita Palacio y el amigo calvo, es el propio Rubén Blades.

Se sentó. Se puso sus gafas, que lo hacen ver aún más como ese papá que ha hecho tantas cosas en la vida y que ha pasado por tantas situaciones, que uno siente un respeto, un respeto bonito.


Rubén en su concierto en Medellín en 2010, cantando El Padre Antonio.
Con sus gafitas puestas ♥

Mister Blades empezó hablando de Carlos Fuentes (otro viejo hermoso que posee toneladas de cheveridad), razón por la cual lo amé mucho más de lo que ya lo amaba.  Contó que Fuentes le dijo que, para él, uno de los grandes méritos de la canción popular era llevar argumentos a un público que, en general, es poco lector (por poner un ejemplo, Pedro Navaja).  Luego habló de su trabajo Agua de Luna, basado en cuentos de Gabo, y contó que muchos lo calificaron de pretencioso por “habérselas dado de muy poeta” y lo atacaron por eso. 

“Llamé a la Fania a preguntar si necesitaban un cantante”
En 1974, Rubencito se graduó de abogado en Panamá. Su familia dejó el país por problemas con el gobierno de esa época. Él también se fue, y así, recién graduado, preocupado por plata, y con una ingenuidad que, según él, todavía lo acompaña y no quiere perder nunca, llamó a la Fania a preguntar si necesitaban un cantante.  Claramente le dijeron que no, pero le ofrecieron el puesto de cartero.  Hasta que la gente de la Fania se dio cuenta de que cantaba, y que lo hacía muy bien, y ahí empezó su exitosa carrera. 

“La otra gente escribía pa’ los pies, yo pa’ otra cosa”
Los temas recurrentes en la salsa (y yo diría que, en general, en la música) eran (y son) los desamores, los amores, la traición de la pareja, de los amigos.  Rubén Blades no quiso hacer más de lo mismo, y siguiendo su interés por la crónica, empezó a incorporar el estilo de ese género en las letras de sus canciones.   Escribir esas piezas no correspondió, según Rubén, a ninguna decisión comercial, pues precisamente las disqueras pensaban que la gente lo que buscaba era música para bailar, y no una historia para seguir, o un argumento para pensar.  Y bueno, con el gran éxito de su trabajo “Siembra”, Mister Blades le mostró a todo el mundo, que la gente no solo buscaba un son para moverse, sino que escuchaba, entendía y se identificaba con esas canciones.
Rubén en su concierto de 2010 en Medellín, mostrando que canta increíblemente
y que no tiene calzas en los dientes.


“Yo soy de izquierda, pero  de la izquierda inteligente”
Después de los triunfos en la música y el cine, llegó un momento en la vida de Rubencito en que vio la abismal diferencia que había entre Pablo Pueblo y él.  Saber que su acomodada situación económica y su estatus social se debían al dinero de tantísimos Pablos Pueblo que habían comprado sus discos he ido a sus conciertos, le hacía sentir una contradicción permanente, que decidió resolver dejando esa situación de comodidad, saliendo “a hacer las cosas donde son, en la calle”, según sus palabras.  Ahí llegó a la política, primero lanzándose como candidato presidencial de Panamá, en el 94 “con un partido medio de izquierda, medio ecológico”, y luego ocupando el Ministerio de Turismo de ese país, en 2004.  Al inicio de su período como ministro, empezó un programa de acercamiento a los jóvenes de las pandillas de la ciudad de Colón, donde, a pesar de que fueron pocos los que salieron definitivamente de ese mundo, logró mostrar que, aunque difícil, es posible que este tipo de personas tengan un cambio en sus vidas.  Para hacer su tipo de política, considera que no debe seguirse ciegamente una ideología o rechazar de plano otra.  Allí mencionó que era de izquierda, pero de la izquierda inteligente: la que tomaba modelos e ideas buenas para obtener resultados buenos.


“Yo no sé cómo he hecho 32 películas”
Una vida “anárquica”, considera Rubencito que ha tenido, refiriéndose a lo raro que es ser abogado, cantante, actor y ministro.  Más allá de lo extraña que suena esta combinación, son profesiones que están completamente ligadas a una vida pública, lo cual, de cierta manera, se contradice con su reservada forma de ser.  Habló de su primera película, The Last Fight, (dijo que era pésima, así que, siguiendo su consejo, no la veré), donde actuó al lado del boxeador Salvador Sánchez.  Comentó su paso por los Archivos X, donde, a pesar de haberle advertido a Chris Carter que no matara a su personaje, terminó colgando los guayos.


“Llega un momento de la vida en el que hay más pasado que futuro”
Mister Blades se casó de 38 años y no ha tenido hijos.  Dijo que le hubiera parecido una irresponsabilidad tenerlo y dejarlo con otras personas mientras trabajaba y viajaba, pues “si lo vas a tener es porque lo vas a criar”.  En este momento piensa que podría tener hijos, que es el único momento adecuado que ha visto, y que se siente bien no habiéndolos tenido antes y viviendo como ha vivido.  Habló de su felicidad, que es ser íntegro, consistente y coherente entre lo que siente, hace, dice y piensa.
Qué cheveridad de viejo.  Lo amo ♥

La mona Maite se nos emocionó
Se acabó el conversatorio y empezaron las preguntas y comentarios del público.  La trompetista Maite Hontelé, bastante emocionada, le expresó a Rubencito su gran admiración por su trabajo y le dedicó una corta interpretación en su trompeta.  “El sonido que logras es muy bonito, y bueno, tú también”, le dijo Mister Blades a la mona, y bueno, todos estuvimos de acuerdo.

La trompetista Maite Hontelé, tocando para Rubén Blades.

Y bueno, se acabó todo.  Como dije al principio, quedé amando a Rubén Blades más de lo que ya lo amaba, y listo, ya está decidido: cuando sea grande quiero ser como él.