diciembre 30, 2011

2011

Y sí, llegó el día en que es válido decir "se acabó este año".  Siquiera, porque estuvo muy movido y muy difícil.

La vida se encarga de aterrizarlo a uno cada cierto tiempo.  La vida enseña.  Este año aprendí mucho.

A principio de año mi papá estuvo muy grave;  le dio un infarto, lo operaron del corazón y estuvo hospitalizado un mes y medio.  No nos había tocado nunca eso: ese trajín diario de visita a cuidados intensivos, con esa asepsia a veces tan hostil, el tiempo tan limitado, tener que dejarlo solo en ese hospital el 31 de dicembre, llevarle la piyama, ayudarlo a cambiar, hablarle a pesar de que estaba completamente ido por la morfina, intentar entenderle lo que escribía en una libretica porque no podía hablar. A mí nunca se me pasó por la mente que se pudiera morir, no sé si era un optimismo exagerado o un miedo tan terrible a que pasara que bloqueó siquiera que ese pensamiento surgiera en mi cabeza, pero bueno, menos mal se recuperó bien y acá está el Tavo, "dando lidia", jodiendo la vida y "botando caspa", como dice él.

Este año me dio durísimo la maestría.  Yo, tan acostumbrada en la vida a entenderlo todo tan fácil, a "cogerlas en el aire", me di cuenta de que para esto sí se iba a necesitar mucho más esfuerzo cerebral, y lo triste es que, hasta el momento, me pudo.  No me dio.  No fui capaz.  Este año me toca renunciar a mi buena vida usual, y volverme la ñoña más ñoña de Colombia para poder terminar la tesis y graduarme.  Lo que más me afectó de todo esto es que ese era precisamente el aspecto en que yo me creía más fuerte: el académico.  Y resulta que no; esa fue la aterrizada de la vida número 527.  Hay que agradecer esas aterrizadas y esas bajadas de humo; lo vuelven a uno más buena gente y menos fastidioso.

También fue movidísimo sentimentalmente.  Amor, corazón roto, amor, corazón roto, mucho amor, corazón partío.  Volví a vivir vainas muy bonitas, volví a tener esa sensación impresionante que lo lleva a uno en unos momentos a preguntarse si de verdad son dos personas o es una sola pegada (suena idiota y cliché pero lo he sentido; es real), di muchos besitos y me dijeron "bonita" muchas veces.  Pero también sentí de nuevo un montón de tristezas que creía superadas o que nunca iba a volver a vivirlas, lloré muchas noches y me tuve que poner hielo en los ojos muchos días por la mañana para poder ir medianamente compuesta a trabajar.  Eso sí: nunca dejé de dormir ni de comer.  El día en que me de insomnio o que yo no desayune, ese día sí es que estoy jodida.  

En mayo me operaron de las piernas.  Me sacaron una vena de una y me desconectaron una vena en la otra.  Tengo 26 años y esa es una operación que normalmente se la hacen a señoras grandes.  Mis pobres venas están muy jodidas, y eso me condenó a usar para siempre unas medias espantosas que aprietan y dan calor pero que son lo único que me puede ayudar a que cuando yo sea una señora grande no esté absolutamente jodida de las piernas.  Bueh, menos mal me fue muy bien en la operación y mi papá y mi mamá y mis amiguitos me consintieron durante 20 días como es debido.

En junio conocimos a Gabriela, la nueva integrante de la familia, la hijita de Jose.  Tampoco había tenido un bebé tan cercano, y la verdad me gustaría mucho que Gabriela fuera más cercana, pero no está en esta ciudad y eso complica las cosas.  Que la niña crezca bien y que sea una mujer feliz es lo que todos queremos.

Este año se murió Clarita, mi tía.  Nunca se había ido nadie tan cercano. El único muerto cercano que me había tocado era mi Nonita, pero pues con las personas viejitas uno espera que eso pase: ya han vivido, ya han cumplido con su  su período acá.  Pero Clarita era una persona llena de vida, alegre, que después de trabajar mucho tiempo arreglándole los dientes a millonadas de gente en el sur de Bogotá, se dedicó a sus manualidades, a su casa, a ser feliz cantando como Julie Andrews.  Tan bella. Se pintaba su boquita de rojo y se ponía sus zapatitos coquetos talla 35, se reía mucho y no se le entendía nada cuando hablaba por teléfono.  Yo todavía como que no caigo.  No puedo creer que ya no esté.  Ver de cerquita que sí, que es cierto, que es lo único que todos compartimos, que un día vamos a dejar acá la cascarita pudriéndose y lo otro se irá al cielo/se irá para otro cuerpo/se extinguirá en ese instante, es impactante.  Yo solamente doy mil gracias porque la de Clarita fue una buena vida; nos hizo felices a muchos y fue feliz ella muchas veces.  Que la fuerza que tuvo ella siempre se quede con nosotros ahora, para aceptar, con tranquilidad, que se fue, y que todos se van a empezar a ir, y que nosotros también vamos para allá.


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Ahí perdonarán;  este es el primer post medianamente serio de este blog. Mi norma es que los posts serios no sumen más del 10%  del total.  Es que la verdad, a mí me desesperan mucho los blogs emo, los blogs emo con poemas, los blogs que hablan de lo difíciles que son las relaciones interpersonales y los blogs de gente trascendental (porque la gente trascendental me sabe a mierda, como dice Lala).  Para escribir de todas esas bobadas tengo mi diario, donde apunto mis estados de ánimo y mis vivencias adolescentes estilo revista Tú.

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Los quiero. Feliz año, mijitos.