septiembre 27, 2012

Me siento en la ONU


Y sí, como dice mi Pelz, es divino como se escribe mi nombre en japs. 

En todas las clases y reuniones nos toca ponernos este letrerito.  Me siento en la ONU.

septiembre 24, 2012

Llegada

Hoy me desperté y todo se veía muy normal.

Claro, hasta que salí al balcón y vi esto:

Que son las escaleras plegables para escapar en caso de emergencia.

Y esto:

Sí, es una linterna pegada de la cama. 

Jesús Cristo Sacramentado, que no tiemble.

junio 02, 2012

Drama


Si usted puede escribir los versos más tristes esta noche,
por favor no lo haga.(Ramírez Jaramillo, 2011)




Yo nací para ser una buenavida; eso está claro. A mi no me gusta sufrir, ni me gusta la gente que se vive enfermando, o que se queja por todo lo de su vida (con ese placer que les da a unos creer que eso les da puntos para su vida celestial, y a otros pensar que con eso le están abonando unas cuoticas al karma).  Pero  cada tanto (tal vez más frecuentemente de lo que yo quisiera y de lo que se recomienda en general para una vida tranquila) se me sale, y con toda la fuerza, mi drama queen interior.  Es tenaz. Yo intento domarla, pero hasta ahora no he podido.  Yo, que si abro la nevera tengo un montón de comida (es mentira, claramente solo hay dos arepas todas tostadas y retorcidas porque llevan como dos meses ahí, pero pues es por desidia mía), que tengo una covacha muy cómoda para vivir, los papás más cool del mundo, la familia más buenaonda que uno pudiera tener, un chico super máximo que me adora y que yo adoro,  un trabajo imperialmente bueno donde nadie me hace la vida imposible, que puedo caminar, respirar, ver, o bueno, ponerme los lentes para poder ver, tocar, escribir, llamar, querer... yo, que tengo y soy todas esas cosas, a veces me vuelvo un ocho con cualquier cosa, y solo quiero llorar y hacer drama y mirar para el piso. Claro, no es que nunca tenga líos y que mi vida sea perfecta.  A veces los líos míos son bobos, otras veces no tanto. He vivido cosas (pero pues no me da para ser darks). He tenido penas/que hieren muy hondo, y que tal vez por mi hipersensibilidad hieren más de lo que debieran.  No sé siquiera para qué escribo todo esto: yo creo que es para ver si se sale todo lo que me acongoja y para recuperar la cheveridad perdida.


Ve, lo de cheveridad e ilusiones perdidas me acordó de Monterroso, que  en uno de sus cuentos tiene un párrafo que amo: 

"Cuando uno recibe un golpe de la vida uno dice: bueno, finalmente, este golpe de la vida es el último, porque ahora sí me voy a morir de tristeza; pero luego viene otro que hace olvidar el anterior y así hasta que uno acumula tantos golpes de la vida que es como si llegara a la cima de un cerro formado por golpes de la vida; pero de ahí en adelante comienza un como descenso y, si uno baja con cuidado, los antiguos golpes, es cierto, aún duelen, pero tal vez a uno hasta le guste recordarlos para sentir que uno todavía está vivo, que de cualquier manera uno no se murió".

No sé.  Tanta bobada y emosidad puede ser, como dicen unos, pura falta de rejo.  O el litio.  O cualquier descalabre bioquímico por ahí.  Tranquilos, que no recurriré ni a Coelho, ni a Deepak Chopra, ni me dará un ataque místico, ni nada de eso. Para qué, si siempre podemos recurrir a la sabiduría del merengue:

Merengazo doble función: bailoteo y superación personal


Lo que me consuela es que, de verdad, mientras uno todavía pueda reírse de uno mismo y de sus bobadas, todo tiene arreglo.  Yo creo que es posible, con más Platón, menos Prozac y más chocolatina Jumbojet.  Por el momento, seguiré con una de mis frases de cabecera:  "Pídaseme valor, pero que me quede siquiera el derecho al pataleo".



abril 17, 2012

Lectepa

Yo creo que casi no le hablo a la gente porque mi diálogo interno es agitadísimo.  Uno no creería, pero en este cerebro, compuesto en un 29% por un hámster en su ruedita y 70% por gel de mirellas (el 1% restante son cuatro neuronas que necesito para las funciones fisiológicas que me permiten la existencia), se dan unas discusiones que a veces me llevan a estados de angustia existencial, que luego debo compensar ingiriendo cantidades un tanto generosas de chocolatina Jumbo Jet, oyendo  mi amada música tropical y viendo imágenes de ponis y conejitos. Por eso dejé de nadar, porque no me aguantaba yo misma hablándome.  Puedo llegar a ser muy desesperante.  Y por eso he tenido que recurrir a antiquísimas técnicas de distracción mental en esos importantes momentos de encuentro personal que son la ducha y las idas al baño: la tradicional LECTEPA, o lectura compulsiva de etiquetas de productos de aseo.

Esta práctica me ha enriquecido sobremanera, en muchos aspectos.  Me ha ayudado en mi dicción, al tratar de pronunciar veinte veces seguidas, rápido, y sin equivocarme "metilcloroisotiazolinona" y "cloruro de guar-hdiroxipropiltrimonio".  He aprendido que el extracto de Rosmarinus officinalis (para ustedes, mortales: el romero) es buenísimo para darle brillo a las cabelleras oscuras, y que la  Vitis vinifera, gracias a sus propiedades antioxidantes, combate los radicales libres y pone fresca y lozana mi piel.  También sé que existen plantas amazónicas como la Moringa, la Andiroba y la Pitanga Preta, que la Avena sativa es excelente exfoliante y que, en general, todo es mejor y con  propiedades casi mágicas si tiene Aloe vera

Aprendí que mi champú para cabelos cacheados  debe mantenerse fora do alcance das crianças.  Amplié mi francés:  ya no solo sé decir "laissez faire, laissez passer", sino también que mi crema de peinar "pour cheveux secs et bouclés" no se enjuaga:  es "sans rinçaje". Y bueno, también supe que Schwartzkopf es, en efecto, una cabeza negra.

Existe una institución llamada Colegio Odontológico del Perú, y, según parece, dentro de sus funciones básicas está aprobar cremas dentales.  Todas las cosas en Colombia son importadas y distribuidas en el kilómetro 10 vía Cali - Yumbo. Me pregunto sobre los  misterios escondidos en la goma Xantan y en todo lo que engloban los llamados "excipientes", y ruego que la propiedad de no-comedogenicidad de mi bloqueador solar sea positiva para mi alergénica piel.

No sé  para qué me podrá servir en la vida saber toda esta cantidad de datos inútiles. Mientras tanto, la lectura de etiquetas de productos de aseo me tranquiliza y calla por los instantes necesarios a mi pequeño demonio interior, parlanchín consagrado. Solo sé que Elle Woods, en Legally Blonde, logró resolver el caso, por saber que el tioglicolato de amonio de los químicos para hacer la permanente se podía desactivar si uno se lavaba el pelo antes de las 24 horas posteriores al tratamiento. Punto.

Terror

Hola, soy Ana, y a mis veintiséis años aún duermo con la luz prendida.  Mi sueño está extrañamente conectado a la luz eléctrica.  En el momento en que me la apagan, me despierto.  Muchas veces he tratado de vencer ese miedo, pero no puedo: siempre empiezo a mirar la habitación, y con mi mezcla de miopía, astigmatismo y terror, empiezo a ver caras horribles y sombras miedosas por todas partes. Sobre el clóset. En la lámpara. Al lado de las sillas del comedor.  En el televisor.  Me cubro con las cobijas casi toda, pero no me tapo los ojos: si voy a morir, quiero saber cómo fue: quiero ver cuál de los demonios que veo en la oscuridad fue el que me causó el infarto o el que me miró rayado y me despertó el aneurisma.  Reviso que los pies estén completamente tapados: a mí que no venga ningún espanto a jalarme las patas, sería muy mainstream y me niego a dejarme asustar así.  Aguanto el miedo unos pocos minutos, le pido a mi velocirraptor de la guarda que no me abandone y que me de fuerzas para levantarme a encender la lámpara del escritorio o la luz de la sala, y salgo, rauda y veloz, hacia el suiche. No se imaginan la tranquilidad que me embarga, al saber que me iluminan esas catorce candelas por pie cuadrado.  Regreso a mi cama y me acuesto, cierro los ojos, no veo ningún diablo, inserto el pulgar izquierdo en mi boca, cuidándome de apoyar la punta del dedo en el paladar  y  la falange en los incisivos superiores, de manera que se dañe la ortodoncia que me hice el año pasado lo más rápido posible, y a los tres minutos estoy profunda.  Hola, soy Ana, y a mis veintiséis años me chupo el dedo pulgar para poder dormir. 


Esto hace parte de un nuevo proyecto que tengo en compañía de otras tres señoritas. Vean acá nuestro primer ensayo de POV.  Chequeraut: http://www.esunensayo.com/2012/04/gorditas-intrepidas-crew-haciendo-pov.html

marzo 05, 2012

Gafapasta

Hoy incursioné en dos mundos:

1. El mundo de la gafa-televisor
2.  El del autofotoestudio con cambio de ropa incluido.

Me tomé 92 autofotos (lo sé, es horrible) y solamente en estas cuatro no quedé con el ojo bizco muy  evidente o con alguna otra cosa muy miedosa.   Tuve tres cambios de ropa.  Yo misma me maquillé.  Todo, para mostrarles el resultado de mi medianamente fructuosa (?) búsqueda de anteojos.  Bueno, acá van las fotos.


Esta es la pose de nerd amigable, mostrando mis gafapastas azules:




Esta es la pose de ñoña mirando al infinito, con gafas-TV moradas:




Acá va la pose de cara de agüevada   persona con dificultades de aprendizaje:



Y por último la pose de gafufa tratando de ser sexy. 




Con este post nos damos cuenta de dos cosas:

1. Menos mal me dediqué a la ingeniería, porque de modelo me moría de hambre.
2. Menos mal la ingeniería me da con qué comer, porque si viviera de este blog, con esta calidad tan deficiente de posts, también me moría de hambre.

Los quiero. Nunca cambien.  <3

Todo esto fue posible gracias al patrocinio de Procrastin-X, mi droga favorita, y a una sobredosis de Nervocalm® Grageas, que me tiene estupidizada desde  1985, año de mi nacimiento  la semana pasada, por multicuestiones personales.


marzo 04, 2012

20/20

A mí me parece hasta tierna y adorable esa torpeza que le da a uno la miopía. Bueno, claramente hasta cierto límite.  No es tierno ni adorable caer aparatosamente al bajarse del bus, como casi me pasa esta semana. Ahí me di cuenta de que, definitivamente, había que cambiar de gafas.

A mi mandar a hacer las gafas me parece jartísimo.  De unas cinco que se alcanza a medir uno en cada óptica, antes de que el vendedor lo empiece a mirar con ojos de "o comprás algo o te mato", lo más problable es que ninguna se le vea bien.  Mi estadística es que, por cada quince monturas que uno se mide, apenas una le queda medianamente decente.  Es una labor dispendiosa, que requiere de muchísima paciencia, tranquilidad, y la genuina esperanza en el corazón de que es posible, entre esas filas y filas y filas de marquitos en los que ves reflejada (si es que puedes ver) tu cara de miope, encontrar algunas con las que puedas sobrevivir otro año, hasta cuando la vida te regale otro poquito de dioptrías.

Mientras uno espera a que lo atiendan en la óptica, tiene tiempo para leer la infaltable revista 20/20.  Esta revista me genera una gran inquietud:  ¿de dónde sacan temas "nuevos" para cada edición?    ¿Qué más pueden publicar?   ¿Adelantos en la forma de pulir la cara interna del lente de contacto, para que quede ultra suave, con nanoompaloompas infrarrojos?   Estoy harta de leer artículos sobre la importancia de organizar bien las vitrinas y sobre la poca oferta de especializaciones en optometría, y eso que voy cada dos años. Pero lo peor de esas revistas no es todo esto.  Lo peor de ellas es la publicidad. No existe publicidad más falsa que la de gafas.  A leguas se ve que esos modelos jamás en su vida han tenido defectos de visión. No portan las gafas con la torpeza debida.  Se les ven demasiado postizas.  A mí siempre me da la impresión de que esos modelos se fueran a quitar las gafas ahí mismo y salir derechito a hacer otra publicidad, de champú o de maquillaje, por ejemplo.  A los publicistas que hacen esos avisos los veo mal (literalmente). No me veo representada ni me siento identificada con esas fotos. Es más, me siento ofendida; es una afrenta contra nosotros, es como cuando ponen una vieja flaca a modelar fajas.  Soy el target y me rebelo, hideuta.  Sinceramente, les digo, desde el fondo de mi corazón, aceptaría mucho más una publicidad de estas hecha por Gina Parody o por Jiggy Drama.  Ahí les dejo la inquietud.