noviembre 20, 2013

Perdón

 Personalmente pienso que una vida dentro del odio es una vida desperdiciada.
Es como entrar en ese círculo vicioso de quien te hace daño.
Es una forma de insubordinación, intentar ser feliz a pesar de.
(Bermúdez Castañeda, 2013)


Desde hace como un año y medio, mi banda sonora de los preparativos previos a partir hacia el trabajo es la PacificRubialEstéreo   la W.  Es un tiempo en que, mientras espero a que se me seque la humectante corporal, puedo renegar, renegar y renegar y hablar un poquito con J. sobre  la realidad nacional. Oyendo a la gente que llama a dar sus opiniones, me impresiona mucho la cantidad de personas que quieren acabar la guerra a bala.  Y en general, todo lo del proceso de paz me ha hecho pensar en un montón de asuntos.  El primero es que sí, que realmente yo pienso que esa es la manera menos mala de acabar con esa fracción del conflicto.  Que con eso, veremos que nuestra guerra no se va a acabar, porque realmente proviene de la desigualdad social. Que también, con eso, vamos a dejar de tener una excusa para justificar nuestra incapacidad de identificar y resolver los problemas que tenemos.  Pero también pienso que es muy difícil el proceso de desmovilizar y reinsertar, y sobre todo, el de ceder, perdonar y olvidar.  Porque acá cualquier esfuerzo por resarcir es insuficiente.  No se van a regresar los muertos a la vida, no se van a devolver los años perdidos de los secuestrados, ni los paisajes y sitios hermosos que se  dejaron de recorrer o las cosas que se dejaron de hacer por miedo1.  Y tristemente, no se va a lograr una reforma agraria ultraefectiva y la disminución de la desigualdad y la brecha social.

Pero bueno. Vuelvo al punto que más me ha hecho darle vueltas a este asunto:  perdonar.  ¡Qué cosa tan difícil! Es que, en serio, ¿uno cómo hace para borrarse la marca de una ofensa, y decir, listo, ya, no me importa, que se me olvide, sean felices todos?  ¿Cómo se logra ese estado tan superior de vibración2?  Leí algo al respecto que me caló bastante, y es que, antes que perdonar, uno lo que hace es decidir no vengarse.  Eso sí es más fácil.  Y uno hasta puede encontrar ahí un refugio para su ser herido por la ofensa.  Y es el hecho de sentirse bueno por haber resuelto no tomar represalias.  Un pequeño gran placer de superioridad moral.  Pero perdón, perdón real, no es.  Yo he sentido eso un montón de veces, y no me enorgullece, claramente me da un poquito de desilusión de mí misma, porque yo me creo muy buenita y a la final todo se convierte en un asunto de ego.  Entonces, una manera que yo he encontrado para tratar de acercarme al perdón, de una manera un poco mejor para mí, es intentando ser muy zen pensando en que, la verdad, nada es tan trivial, y a la vez, nada es tan importante.  Para eso me sirve pensar en que no soy la única a la que le pasan cosas, que realmente yo vivo en general muy bien.  Y también ver este video:

                                                         "Se siente uno tan insignificante, ¿no?"

Claro, claro.  Eso me sirve a mí.  A mí que no me ha pasado nada en la vida. Tomar así las cosas me ayuda, y la verdad, siento de esa manera puedo manejar mucho mejor el asunto del perdón y puedo vivir, y tranquila, y hasta se me olvidan las cosas.  Pero, a alguien a quien le hayan matado los seres queridos, a quien hayan violado, a quien hayan desterrado de un sitio, a alguien a quien hayan secuestrado, ¿eso le sirve?  No sé, no sé y me da mucho desespero conmigo por no llegar a ningún punto.

Pero bueno, sigo pensando en que la venganza no es la solución. Así no se perdone, irse a acabar con el otro no resarce nada, no repara nada, no soluciona nada.

Como siempre, concluyo que no sé nada, pero no me voy a ir a tomar cicuta por eso.  Así somos los aguastibias.com.


1Yo no me imagino lo que debió haber pensado y sentido mi papá al poner los tres pares de boticas de caucho cerca de la puerta de la habitación de atrás, para que no nos picaran las culebras al salir corriendo por la huerta de la casa, si la guerrilla se entraba. Y sí recuerdo el estrés permanente de toda la familia por la tía que vivía al lado de la Caja Agraria.

Siempre me ha impresionado la frasecita en el Padrenuestro que dice “así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.  Me llama mucho la atención esa declaración, como tan segura, de que nosotros, los mortales, perdonamos a los que nos ofenden. O no sé si más bien es una condición que se nos pone (“Dios la perdona  si usted perdona a los que la ofendieron”). 

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