abril 20, 2020

¿En la taza o en la papelera?

La única pregunta que me hacen mis amigos y familiares acerca de mi trabajo es la siguiente: dónde se debe poner el papel higiénico después de usado: ¿en el inodoro o en el basurero?.

"Qué glamuroso trabajo debe tener esta señora", pensarán ustedes.  Pues no es glamuroso pero es muy genial: soy ingeniera sanitaria, hija de la Diosa Cloacina, humilde servidora del Encantarillado*.

Algunas personas piensan (y con razón) que tener una caneca con papeles llenos de desechos corporales dentro de la casa es un poco asqueroso y sobre todo, puede ser foco de enfermedades e infecciones. Sin embargo, en Colombia la costumbre más extendida es disponer el papel higiénico de esta manera.

Bueno, ahora, para responder la pregunta, que parece simple pero no lo es tanto, hay varios factores que se deben tener en cuenta:

1. La calidad de la red interna ("cañerías") de la casa 
2. La presión del agua en la casa
3. Si la casa está conectada a un sistema de alcantarillado que luego va a un sistema de tratamiento.

Si no tienen ni idea de las respuestas a estas preguntas, o nunca siquiera se lo habían preguntado, no se preocupen:  me pueden preguntar a mí, o consultar en internet, o preguntarle a su ingeniero sanitario de confianza (jejjeejje), porque estas cosas sí hay que saberlas (les recomiendo la serie Filthy Cities, de la BBC. En este enlace pueden ver el capítulo sobre París.   Mucha gente que vive en las ciudades da por sentada la existencia de los servicios públicos, y dentro de estos, el que menos le importa a la gran mayoría de personas es el alcantarillado, porque no es algo que "llegue" a la casa como el gas o la electricidad o el agua potable, y por esto no se suele valorar este servicio adecuadamente.  En Japón, para hacer que la comunidad fuera más consciente de la existencia de este servicio público, y para generar mayor aceptación en la construcción de proyectos de este tipo, desde la década de los 80 se instó a los municipios a que hicieran sus propios diseños de tapas del alcantarillado, la única parte visible del sistema, logrando obras de arte como estas:
Tapa de manhole de Tokio, con los símbolos de la ciudad: la hoja de Gingko y la flor de cerezo

Tapa de manhole con un dibujo del castillo de Osaka

Bueno, me fui por las ramas.  Volviendo al tema de las tres preguntas previas, vamos a analizarlas:

1. La calidad del drenaje interno de la casa:  si uno vive en una casa muy vieja, o de construcción muy deficiente, y no recuerda que le hayan cambiado las tuberías (las "cañerías"), es probable que la red interna de drenaje de la vivienda esté en muy mal estado, con obstrucciones y otros problemas que se pueden ver agudizados si disponemos el papel higiénico en el inodoro. Pero en una casa de 25 años o menos, posiblemente la tubería está bien y no se tendría ningún problema con poner el papel en la taza.

2. La presión de agua en la casa: seguramente les ha tocado entrar a baños donde para vaciar cualquier cosa medianamente sólida hay que dejar presionada la palanquita del inodoro un rato y pedirle a Jesús que por los méritos de su divina infancia todo lo allí contenido se vaya por el drenaje. Esto pasa porque hay muy poca presión de agua; en este caso, tampoco sería conveniente poner el papel higiénico dentro del inodoro, pues probablemente no se formaría adecuadamente el resalto hidráulico que hace que el papel se desintegre (ver la página 56 de este genial trabajo de grado).  Sin embargo, en un baño con una presión de agua normal, no habría ningún problema con evitar la acumulación de papeles usados en el basurero y disponer el papel en el sanitario.

3. Si la casa está conectada a un sistema de alcantarillado que va a un sistema de tratamiento:  Desafortunadamente, en Colombia muy pocos municipios cuentan con planta de tratamiento de aguas residuales, y por esto, la mayoría de sus aguas servidas llegan directamente a las quebradas y ríos.  Sin embargo, en ciudades como Medellín, Cali y Bogotá, sí existen sistemas de tratamiento que reciben el agua que viene por el sistema de alcantarillado y quitan la mayoría de contaminación de las aguas negras.  Estas plantas están diseñadas para tratar también el papel higiénico.   
Algo muy importante:  si uno está en una finca o una casa donde hay pozo séptico, NO SE PUEDE TIRAR EL PAPEL EN EL INODORO Y SIEMPRE HAY QUE HACERLO EN EL BASURERO, porque el sistema séptico se puede taponar con las partículas de papel.  

En resumen: en Colombia, si uno vive en la zona urbana de una ciudad con planta de tratamiento, en una casa no muy vieja, sí se puede poner el papel dentro del inodoro; si no, mejor en la papelera. O buscar una alternativa, como instalar un bidé

Hay un blog muy chévere de un chico inglés llamado Matt Kilson, que se llama "Where Do I Put The Paper?", y es una guía de dónde debe tirarse el papel higiénico en cada uno de los países del mundo. 

Ahora un punto muy importante:  en el inodoro SOLAMENTE deben ir nuestros desechos corporales y el papel higiénico.  

Hicimos un pequeño video para mostrar que hay varios materiales que uno podría pensar que son inofensivos y se pueden desechar en el inodoro, pero realmente no**. El video es este:


Así que por favor, después de ver ese video, júrenme por Cloacina bendita que nunca jamás en la vida suya ni en la de su descendencia, van a poner ni pañitos húmedos, kleenex, servilletas, condones, toallas de cocina, seda dental, residuos de barrido, copitos, tampones, pañales, extensiones de pelo (se encuentran, en serio), ni toallas higiénicas en el inodoro, ni bolitas de hidrogel (por favor ver este video y repudiar a este tipo tanto como yo lo hice) porque taponarían la red de alcantarillado, el agua sucia se saldría por dentro sus casas, agua residual que tiene Escherichia coli y coronavirus, y todos nos moriríamos y se acabaría el mundo. Bueno, claramente no, pero sí disminuirían mucho los problemas que generalmente se tienen en la red de alcantarillado, que en Medellín por lo menos, son principalmente obstrucciones causadas por paños húmedos.  


Bueno, ahora no digan que no aprendieron nada en la cuarentena.

Por su atención, muchas gracias.


NOTA IMPORTANTE: tampoco se dediquen a echar el rollo de papel higiénico completo por la taza.  Estamos hablando de un uso justo, pocos cuadritos, sobre todo ahora que los papeles son triple hoja acolchamax perritos perfumados, para que sus partes privadas sean tratadas adecuadamente.  Esto es lo que dice el patrón al respecto:  https://telemedellin.tv/papel-higienico-depositarlo/318233/

*En el 2012 estuve en un proyecto en el cual las muestras de suelos estaban marcadas con la inscripción "Proyecto Modernisasion de Encantarillado".  "Encantarillado" suena mucho mejor que "alcantarillado", realmente.

**Para ver unos experimentos mucho mejor diseñados y rigurosos, por favor remitirse a este trabajo de grado de Ximena Gómez, donde ella trata el tema muy bien. 

marzo 26, 2020

Álvara

Estamos en el año 2020, que en el calendario chino, por supuesto, es el año del murciélago

La fecha: 26 de marzo.  El día: jueves.  La ubicación: el edificio de balcones redondos, aledaño al costado occidental de la iglesia que llamaremos "Santísima Piedra Preciosa".

Eran las 6 de la tarde, y salí de mi apartamento, que queda en el quinto y último piso del edificio en que vivo, para recibir dos pedidos a domicilio que había hecho:  uno a la tienda y otro a la farmacia. 

Primero recibí el pedido de la farmacia: unas pastillas que me recetó la psiquiatra para la ansiedad, alborotada bastante por estos días*. Me quedé esperando en el primer piso, hasta que llegó el pedido de la tienda: huevos, que están escasísimos por estos días; crema de leche, cuajada, y otras cosas cero veganas que no mencionaré para que Greta no me jale las patas por la noche.


Empecé a subir los sesenta y cuatro escalones que separan el piso en el que estaba de la puerta de mi casa. Iba en el escalón número cincuenta y seis, saqué las llaves y estaba pensando en todo el protocolo de desinfección anti COVID-19 que debería disponerme a hacer, cuando miré hacia la entrada del apartamento y vi una cola moverse y luego a su dueña entera, una rata grande, peluda, gorda, tenebrosa, caminando entre la puerta de don José y la nuestra, seguramente buscando comida porque debe haber muy poca en la calle y en los negocios por todo esto de la cuarentena. A esta rata la llamaremos Álvara.

Casi casi me muero ahí en ese preciso instante.  Me asusté mucho, llamé a mi esposo que estaba dentro del apartamento para informarle la situación y buscando soporte emocional, él le empezó a dar golpes a la puerta a ver si la rata se asustaba, pero fui yo quien se asustó y salí corriendo por las escaleras hacia el primer piso. 


A ver, hay que aclarar varios puntos:

1. Yo trabajo con alcantarillados; si abro la tapa de una cámara de inspección, pues espero encontrarme hasta al maestro Splinter, y no tengo problema con eso, porque yo ya sé que las ratas van a estar ahí, no me sorprende que aparezcan y estoy preparada.
2. Pasé muchas noches de sábado y domingo de mi vida en el Parque del Poblado, por lo cual también estoy familiarizada con estos roedores mutantes.
3. Estudié siete años en la UdeA, me tocó muchas veces ver ratas gordas gigantes corriendo por Barranquilla o en general por cualquier parte del alma mater.

Sin embargo, uno no espera llegar a su apartamento en un quinto piso, y ver una rata gigante en la puerta. 

En fin, mi esposo me siguió hablando por teléfono, que estuviera tranquila, que me iba a tirar las botas pantaneras por el balcón para que me las pusiera (porque yo estaba de chanclas) y así Álvara la rata no me ruñera los deditos de los pies y no me pegara la peste bubónica. Me lanzó las botas, sonó durísimo, las recogí, salió la vecina del primer piso a ver qué había sido el ruido, le conté de la rata, de las botas, con risa nerviosa, y muy valientemente subí con mis paquetes a enfrentarme a Alvarita para poder entrar a mi casa.

En la entrada estaba mi esposo con una escoba y un cepillo de piso, para sacar a Alvi por si intentaba ingresar a la casa cuando abrieran la puerta. Detrás de él estaba mi hijo, con botas pantaneras también.  Yo invoqué el espíritu de Caterine Ibargüen para que me diera fuerza y agilidad para saltar mucho y entrar a la casa, y finalmente lo logré.  Entré.  Yo estaba viva.  Desafortunadamente para mí pero afortunadamente para la comunidad animalista, la rata también.

Hice el protocolo de quitada de ropa virusienta, ultralavado  de manos, desinfectada de todo lo que había tocado.  Empecé a desempacar lo que había comprado, cuando me di cuenta de que había dejado las pastillas en el primer piso.  O sea, las pastillas para la ansiedad.  ¿En qué momento estas pastillas son más necesarias que después de haber sido prácticamente mordido y pestenegriado por una rata miedosa?

Así que con mi esposo, Giorgio, decidimos bajar por las pastillas. El hijo se quedó en el apartamento, protegido, con sus botas.  Giorgio tenía la escoba, yo el cepillo de piso.  La rata estaba en el escalón número 56, desde donde minutos antes yo con terror la había observado.  Le tiramos a los lados unos ladrillitos pequeños de esos como de maqueta, que era lo que teníamos a mano,  para ver si se movía, y pues casi que no se mueve, porque parece que Alvarita no tiene lo que llaman temor de Dios.  Al fin se movió y salió corriendo hacia abajo.  Giorgio y yo continuábamos nuestro descenso por las escaleras, lentamente, con mucha precaución, y con una dificultad adicional: los bombillos de mi edificio son de esos que solo se prenden cuando uno pasa cerquita de ellos, entonces teníamos que hacer acrobacias para poder hacer que se encendieran de manera que fuera seguro para nosotros y no tener un encuentro sorpresivo con Alvaringa.  Es de anotar que, afortunadamente para nosotros y para ella, no nos volvimos a encontrar.

Llegamos al primer piso, corrí hasta donde supuse que había dejado las pastillas, las recogí, subimos muy rápidamente, cerramos la casa, yo me bañé, y posteriormente le escrituré la casa a la rata. Bueno, mentiras, eso no, pero sí echamos cloro en la entrada como por echar alguna cosa, le avisamos a la administradora de la existencia de Alvary, se asustó mucho ella también, y pues ya, ahí vamos, viendo cómo nos adaptamos a vivir con Alvarita la nueva integrante del edificio, creo que hasta se va a postular para el comité de convivencia y todo.


Fin



*Tener ansiedad, depresión, cualquier enfermedad de la mente, es algo normal.  Como dice Ana María Mesa en esta preciosa entrada de su blog, "qué necesario decir, repetir e insistir en que estas cosas son completamente normales, frecuentes, tratables y que uno no es solamente ese diagnóstico".
"estas enfermedades significan, más que todo, un cambio en el estilo de vida: no mezclarle trago o drogas, dormir por lo menos ocho horas, alimentarse bien, hacer ejercicio, meditar, tratar de estar aquietado. Es decir, lo mismo que le mandan a un infartado. Lo mismo que le mandan a un diabético. Lo mismo que los médicos le recomiendan a cualquiera, porque el estilo de vida influye tremendamente sobre todas esas cosas. ¿Si ven? Como tantas cosas. Muy normal".