abril 17, 2012

Terror

Hola, soy Ana, y a mis veintiséis años aún duermo con la luz prendida.  Mi sueño está extrañamente conectado a la luz eléctrica.  En el momento en que me la apagan, me despierto.  Muchas veces he tratado de vencer ese miedo, pero no puedo: siempre empiezo a mirar la habitación, y con mi mezcla de miopía, astigmatismo y terror, empiezo a ver caras horribles y sombras miedosas por todas partes. Sobre el clóset. En la lámpara. Al lado de las sillas del comedor.  En el televisor.  Me cubro con las cobijas casi toda, pero no me tapo los ojos: si voy a morir, quiero saber cómo fue: quiero ver cuál de los demonios que veo en la oscuridad fue el que me causó el infarto o el que me miró rayado y me despertó el aneurisma.  Reviso que los pies estén completamente tapados: a mí que no venga ningún espanto a jalarme las patas, sería muy mainstream y me niego a dejarme asustar así.  Aguanto el miedo unos pocos minutos, le pido a mi velocirraptor de la guarda que no me abandone y que me de fuerzas para levantarme a encender la lámpara del escritorio o la luz de la sala, y salgo, rauda y veloz, hacia el suiche. No se imaginan la tranquilidad que me embarga, al saber que me iluminan esas catorce candelas por pie cuadrado.  Regreso a mi cama y me acuesto, cierro los ojos, no veo ningún diablo, inserto el pulgar izquierdo en mi boca, cuidándome de apoyar la punta del dedo en el paladar  y  la falange en los incisivos superiores, de manera que se dañe la ortodoncia que me hice el año pasado lo más rápido posible, y a los tres minutos estoy profunda.  Hola, soy Ana, y a mis veintiséis años me chupo el dedo pulgar para poder dormir. 


Esto hace parte de un nuevo proyecto que tengo en compañía de otras tres señoritas. Vean acá nuestro primer ensayo de POV.  Chequeraut: http://www.esunensayo.com/2012/04/gorditas-intrepidas-crew-haciendo-pov.html

2 comentarios:

  1. Cada quien con sus miedos irracionales.

    A mí me cuesta dormir con la ventana cerrada, pero me dan pánico las mariposas y por la ventana de mi cuarto suelen meterse unas chapolas enormes inmundas que lo ven a uno moverse y empiezan a revolotear asustadas por todas partes. Cuando se meten, me toca llamar a mis papás a los gritos o desde el celular para que me las saquen y yo así poder salir de la cama. Qué ridiculez, ¿no?

    Cada que eso pasa pienso en cómo voy a hacer para vivir sola, creo que le pondría anjeos a las ventanas

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gritos vagabundos